Y sucedió…
Y me sentí como un pájaro en la
tormenta
Y se abrió el piso bajo mis pies
Quise sujetarme, pero … de quién… si
mi sostén estaba allí … tendido … necesitando que yo lo sostuviera.
Creí que no iba a sobrevivir ante tal
tragedia. Esperé que fuera sólo una especie de error de la vida que en algún
instante iba a borrar, como lo estoy haciendo mientras escribo y mi dedo se
apoya en la tecla equivocada. Pero no …
. El hecho se convirtió en nuestra nueva realidad. Por cierto muy distinta a la
de cinco días atrás cuando caminábamos del brazo por la playa. Cuando
disfrutábamos mirando ese cielo y ese mar especialmente nítidos, claros,
resplandecientes, mientras nos preguntábamos qué iría a suceder, ya que
percibíamos que algún hecho fuerte, intenso y trágico se avecinaba.
Pero lejos de sentirnos perturbados,
simplemente nos manteníamos alertas mientras seguíamos disfrutando intensamente
los minutos … por si acaso.
Los mates, algo fríos, sentados en la
escalinata de un parador en desuso mientras mirábamos centímetro a centímetro
el sereno panorama que se desplegaba ante nuestros ojos que querían almacenar
todas las imágenes, tuvieron un sabor especial.
Caminábamos en silencio capturando
cada nube o imagen especial al igual que el sonido del mar. El rugido de olas
que se veían amenazantes pero inevitablemente terminaban convirtiéndose en
mansa espuma a nuestros pies.
Pero… sucedió … sucede … y …
sucederá.
Al suceder se develó ante mis ojos el
misterio que nos producía aquella extraña sensación.
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